El cuarto álbum de este cuarteto californiano suena realmente bien. Las líneas de bajo son más que aceptables, las melodías de sintes -en ocasiones casi electro, como en “Dream of my love”-, estupendas, las canciones, buenas y bonitas (“Repeating Angel”, “November”), y la voz de Michael Vidal, emotiva y elegante a la vez, con reminiscencias a Robert Smith, Paul Banks y, en menor medida, David Bowie, el colofón perfecto a un estupendo disco a medio camino entre el indie y el post-punk simplemente exquisito.
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