Sludge meets new wave. Sólo por una joya como “Glassland”, en la que ambos géneros se dan la mano y conviven en perfecta armonía, con un bajo vibrante que casi resulta erótico, merece la pena conocer a Disappearer. Si a esto le añadimos el instrumental “Etched” que le precede y, en general, la primera parte del disco -en el punto justo entre la melodía, la distorsión y el “cazallerismo”-, ya tenemos tres razones más que de sobra para darle caña a estos bostonianos que apuntan maneras más que interesantes.
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