Hace ya tiempo, tras haber escuchado a un buen número de artistas procedentes de igualmente diversos estilos, acuñé una frase de uso personal que hoy voy a utilizar aquí: “sea en el estilo que sea, la música francesa es siempre música francesa”. Da igual que hablemos de Gainsbourg, de Indochine o de Gojira, por citar los tres primeros nombres que se me vienen a la mente; por fortuna, el tan criticado chauvinismo de los habitantes del país vecino tiene una vertiente positiva -positivisima- a la hora de hacer música con fuertes dosis de personalidad y señas de identidad. Malajube proceden de Canadá, pero, a efectos musicales, pueden considerarse originarios de su país de adopción, revelado desde el segundo corte y propagado a lo largo del resto del disco en una mezcla de indie, psicodelia, pop autóctono y post-rock que, cuando menos, impacta e invita a una escucha detenida. Un cóctel tan intrigante como la portada y que puede llegar a engancharte si eres de oídos abiertos o, directamente, eres fan de la música elaborada en el país galo o incluso, visto lo visto, en cualquier país francófono.
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